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El pueblo siberiano es para el escritor el centro del mundo. La dura vida campesina en la amplia, rica y amenazada naturaleza de Siberia le dio material para sus primeras novelas en los años 70.
Moscú.- En estas épocas de cambios y de búsqueda de nuevos ideales, su voz encuentra en Rusia cada vez más adeptos.
El escritor Valentín Rasputin, que se dio a conocer en la época de la Unión Soviética sobre todo como un prosista de aldea, celebra este jueves 15 de marzo su 70 cumpleaños.
Mientras muchos autores de su generación hace tiempo que fueron olvidados, el relato de Rasputin sobre un desertor de guerra (”Vive y recuerda”) es la base a de una nueva película de cine. Y también los teatros más importantes de Moscú redescubrieron a Rasputin.
“Los pequeños héroes de la prosa de Rasputin nos recuerdan lo que convierte al hombre en hombre: el valor, la dignidad, la paciencia y la fe”, se comentó estos días en una columna dedicada a su aniversario.
Hasta hoy, Rasputin lleva en su corazón a Siberia y el Lago Baikal.
Los planes del Kremlin de construir un nuevo oleoducto en dirección a China que partiera de la orilla misma del lago de agua dulce más antiguo y profundo del mundo fueron considerados por Rasputin “un verdadero crimen”.
En parte gracias a su compromiso, el presidente Vladimir Putin ordenó en 2006 personalmente que se encontrara otra ruta.
El pueblo siberiano es para el escritor el centro del mundo. La dura vida campesina en la amplia, rica y amenazada naturaleza de Siberia le dio material para sus primeras novelas en los años 70.
En “El adiós a Matiora”, también llevada al cine, Rasputin habla de la vana resistencia de una anciana campesina a la destrucción de su lugar de residencia por una moderna presa.
La novela es considerada la obra principal de la “prosa de aldea” en la más nueva literatura rusa. Con la “perestroika”, la transformación liderada por el secretario general Mijail Gorbachov, y con las reformas económicas del presidente ruso Boris Yeltsin, esa corriente de la literatura se detuvo.
Dada la creciente depauperación de la Rusia moderna, Rasputin se sumió en un profundo pesimismo cultural. A comienzos de los 90, la voz literaria del autor se silenció casi totalmente, pero a cambio protestó como columnista contra la decadencia moral y la alienación de Rusia.
Lo último que publicó fue el relato “La madre de Iván, la hija de Iván” (2004) sobre las dificultades de una familia rusa normal en esta nueva época.
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