Saturday, March 17, 2007

«El revanchismo debemos enterrarlo, pero antes a los muertos»

-Del diariomontañez, Es.
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Premio Vocento a los valores humanos, y atento a la grave crisis moral de la Humanidad, el escritor analiza la actualidad con aforismos, pero advierte: «Mi ventaja, al no ser político, me exime de decidir. No se puede estar en todas las salsas»
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Miguel Delibes aterrizó como un meteorito en el mundo literario español, con dos ojos ávidos, grandes, abiertos, como platos, para otear el horizonte. Era el año 1947, y acababa de ganar el premio Nadal con 'La sombra del ciprés es alargada' -que reedita Destino para celebrar sus sesenta años de éxito ininterrumpido-. Conforme avanzaba en su aterrizaje, los ojos de Delibes iban acostumbrándose a ver un mundo devastado, con grandes hogueras dispersas y un olor acre entre pólvora y carne quemada. Era el paisaje después de la batalla. Los pequeños grupos que se concentraban ante las hogueras, de gente muy joven, estudiantes tal vez, le miraban de refilón y comentaban: «¿De qué nido habrá caído ese muchacho?».

Hace más de medio siglo, cuando pergeñaba 'El camino', Delibes descubrió que se podía hacer literatura escribiendo sencillamente, de la misma manera que se hablaba. «No eran precisas las frases o construcciones complicadas. No se trataba de hacer literatura en el sentido que los jóvenes de mi tiempo entendíamos en el lenguaje rebuscado y grandilocuente, sino de escribir de forma que el texto sonara en los oídos del lector como si lo estuviéramos contando de viva voz».Delibes se ha pasado más de seis décadas siguiendo el rastro de las palabras y expresiones ajenas, para intentar encontrar las suyas propias: «Y a estas alturas -dijo a los congresistas de la Lengua en Valladolid- puedo decir que, en buena medida, una manera de ser es una manera de hablar».

Tras ganar el Nadal a un «bautista» le dio por afirmar que Delibes era un escritor de «la inmediata posguerra», pero él se sentía más próximo al equipo de «los niños», junto a Sánchez Ferlosio, Fernández Santos, Castillo Puche, Ignacio Aldecoa, Carmen Martín Gaite, Josefina Rodríguez, José María de Quinto, Medardo Fraile. El primer encuentro de «los niños» fue en un autobús, camino de las Lagunas de Ruidera, en una excursión en la que pasaban las noches distribuidos en las casas de los campesinos de cada pueblo. «Eran unas charlas divertidísimas pues, entre tantos narradores imaginativos e inteligentes, no faltaban detalles que nos hacían morir de risa». Sesenta años después, hoy, no faltan detalles que nos hacen respirar un aire atrozmente mefítico, aunque dentro de medio siglo nadie se acordará de los «nacionalismos» con zeta, ni de las memorias históricas, o histéricas. Dentro de quinientos años sólo quedará la imaginación y permanecerá esa Castilla de 1950 donde se enjaretaba a los machos para la fiesta, se pescaban cangrejos de río con araña o retel, y se cogían lecherines para los conejos. Y seguirá leyéndose a Miguel Delibes, premio Vocento a los valores humanos, que responde en esta entrevista a todos las preguntas sobre la actualidad, en una magistral lección de Periodismo.

Un lector de ABC escribía una carta desde Valladolid en la que hablaba de una cafetería de la plaza Mayor que ofrecía «torrijas con nata a dos euros cincuenta». El 6 de diciembre de 2004, ETA destrozó esa cafetería con una bomba. El lector terminaba su misiva ofreciendo esas torrijas con nata al criminal De Juana -cuando aún estaba en huelga de hambre- porque «quizás el sabor de las torrijas habría endulzado su alma, borrando de su mente ese espíritu criminal».

-¿La mente de un asesino de 25 personas está tan corrompida que ni siquiera una torrija podría provocar su arrepentimiento?

-Es posible.

-«Las pistolas pueden matar a las personas, pero nunca a las ideas». ¿Sigue vigente su axioma?

-Creo que es así, pero a lo mejor me equivoco.

-¿Los seres humanos seguimos siendo incapaces de soportar un grado excesivo de realidad?

-Es que la realidad es más atroz cada día.

Delibes detectaba en el verano de 2004 un aire mefítico. «Ahora dicen que los viejos nos morimos de calor. Yo creo que nos morimos de asco», remataba con ironía. ¿Quién hace que el fluido que respiramos sea cada vez más mefítico?

«La cosa está clara», dice. Sobre por qué se maltrata, se zahiere, se desprecia a España, el escritor explica con rotundidad: «No sabremos hacernos respetar». Y en cuanto al llamado «proceso de paz» considera: «En estas condiciones no debería negociarse», señala.

-¿A la lacra del terrorismo le llegará pronto su hoja roja?

-No creo tenga esa condición en sus librillos.

-Usted es uno de los últimos mohicanos de una literatura hecha a la medida del hombre, ¿por qué los seres humanos se obstinan en despenarse en los más fáciles abismos del placer y la frivolidad?

-Es más divertido.

-¿En qué educación cree usted?

-¿Sabe Dios!

-¿De qué manera se pueden recuperar viejos valores como la solidaridad y la comprensión?

-Con muchos Vocentos.

«La vida se nos escapa de entre los dedos, la pérdida de ozono nos abrasa, la contaminación de aire y agua hace invisible la Tierra, las gentes agreden, matan, violan, descuartizan, incendian, destruyen, roban, el hombre sigue siendo lobo para el hombre», advertía Delibes al recibir el Premio Vocento.

-¿Por qué no hemos sido capaces de evitar a lo largo de los siglos el estigma de Caín, despreciando cualquier valor a cambio de una absoluta insensibilidad hacia el mal?

-Somos malos.

En «La primavera de Praga» escribe Delibes: «He conocido en Checoslovaquia a muchísimas personas que ya en su propia carne, ya en la de sus padres, hijos o hermanos han padecido el suplicio de la represión. A ningún checo he escuchado expresiones airadas o de revancha. A lo sumo se limitan a referir su odisea...»

-¿Qué opina sobre la ley de memoria histórica en la que se ha empeñado Zapatero?

-Lo que usted dice que dije es verdad.

-Ahora pretenden que nos tiremos los muertos de la guerra a la cara unos a otros... ¿No deberíamos enterrar el revanchismo bajo siete candados?

-El revanchismo debemos enterrarlo, pero antes a los muertos.

Ortega Lara, el hombre que más tiempo estuvo secuestrado por ETA, salió en defensa de las víctimas del terrorismo porque «se las insulta». Recordó esa reacción de Ortega Lara al «patriotismo de las zonas templadas del espíritu» del que hablaba Azaña.

-¿Qué sensación le causó esa defensa de las víctimas del terrorismo de Ortega Lara?

-De admiración, como todo su calvario.

-Los personajes de su obra abrigan algo que les falta a mucha gente: alma, que usted talla con pasión y humanidad para calar en el interior de su legión de lectores. ¿Le compensa todo eso?

-Espero que esto salga por algún sitio.

«Ante la visible crisis moral que seguimos padeciendo,los hombres de buena voluntad aspiramos a lo mismo, es decir, a que, por el hecho de serlo, todo hombre nacido de mujer llegue a la Tierra dotado de unos valores humanos que enaltezcan el planeta en que vive», vindicó Delibes.

-¿Por qué al hombre el valor no se le supone mientras que al recluta virgen que llega a la vida militar y aún no ha entrado en fuego sí se le supone ese valor?

-Hoy es preciso demostrar que los valores morales están en uno y no por casualidad.

Delibes defiende al desvalido, apuntala la naturaleza, propone la conservación de la Tierra, la paz y el amor entre los seres humanos, y lleva tan lejos esta defensa de la ley moral que interviene en el duelo de la perdiz con el cazador humano para que también reine allí la equidad, de manera que nadie quede indefenso.

-En este mundo convulso, ¿quién sería la perdiz y quién el cazador?

-La indefensión no debe existir.

En «Viejas historias y cuentos completos» (publicado por Ediciones Menoscuarto), Delibes incluye 46 narraciones y relatos cortos seleccionados de su puño y letra, y suenan tan modernos como hace veinte años.

-¿Se puede ser suficientemente moderno viviendo en los dos últimos lustros sin vivir en sí? «He vivido sin vivir en mí», confesó.

-¿Ser moderno sin vivir en mí? No sé si es posible.

-Al recibir el doctorado honoris causa por la Universidad de Valladolid en 1983, usted confesaba: «Si yo escribo bien es porque vosotros habláis bien y yo os he escuchado». ¿El lenguaje es una virtud del pueblo?

-Exactamente.

Jorge Urdiales ha publicado un delicioso libro, 'El diccionario del castellano rural en la narrativa de Miguel Delibes', en el que reúne 329 voces talladas con precisión por Delibes y que no figuran en el Diccionario de la Real Academia. Hay maravillas como el «engañapastor», un tipo rural que por el tono gris de su plumaje engaña a los pastores cuando vuela cerca de los rebaños en la hora crepuscular.

-¿Abogaría Delibes porque es maravillosa voz, y otras como barruco («aprendiz de albañil»), cacanalona («hondo, estrecho y fuerte»), encalabrinado («engatusado»), gabusia «(cría de pececitos en las charcas»), gollipín («cinta negra que se ponen las mujeres alrededor de la garganta»)... se incorporaran al Diccionario académico?

-Para vocabulario largo, para diccionario corto. ¿No le parece?

-¿Se podrá curar la herida de la Tierra, o es crónica la patología?

-Al parecer depende de nosotros.

-En 'Cinco horas con Mario', dijo usted, hay una versión de las dos Españas que sigue vigente. ¿Por qué continúa vivo ese problema? ¿Cómo podríamos borrar del mapa esas dos Españas?

-Son maneras de entretenernos.

-¿Es usted apocalíptico o integrado con respecto a las nuevas tecnologías?

-De Internet pregunté el otro día si era el infierno. De verdad no sé lo que es.

-¿Cree en los blogs tan de moda o prefiere los bloc de anillas para escribir?

-Los primeros no sé lo que son.

-¿Qué supuso para usted la concesión del premio Vocento a los valores humanos?

-Un certificado de buena gente

-¿Cuál es el valor de Miguel Delibes visto por Miguel Delibes?

-Por lo visto para escribir sirve.
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