Saturday, April 14, 2007

La última travesura de Fogwill

Por Maximiliano Tomas

De Perfil.com

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Hace un tiempo habíamos advertido sobre la histérica escalada de pesquisas y delaciones que parece haber tomado por asalto al campo literario en los últimos meses. En algunos casos con razón, en otros por mero delirio paranoico, desde el año pasado la avalancha de denuncias no hizo sino multiplicarse: de memoria, sin repetir y sin soplar, han caído bajo un manto de sospecha autores tan diversos como Jorge Bucay, Felipe Pigna, Sergio Di Nucci, Federico Andahazi y hasta María Elena Walsh. Acusaciones cruzadas que, en muchos casos, poco tienen que ver con asuntos literarios. Pero el último escándalo, surgido de blogs y con escala en algunos medios masivos, viene de parte de Rodolfo Fogwill, que no sólo es un veterano litigante sino que ha escrito libros que están entre los más notables de la narrativa argentina de los últimos veinticinco años.

¿Qué ha hecho Fogwill esta vez? Nada menos que impugnar el resultado del último Premio Municipal de Novela, correspondiente al bienio 2000/2001 –que comprende una pensión vitalicia para el ganador, una ayuda nada desdeñable en un país como la Argentina, en que los escritores viven del periodismo, los concursos, la docencia y los talleres literarios, en el mejor de los casos.

Fogwill se sienta ahora a la mesa del bar vestido con un conjunto deportivo. Está tranquilo y un poco cansado: viene de nadar y hacer complementos durante dos horas. Pide un café y explica que en diciembre de 2006 supo que era uno de los finalistas del Premio Municipal. Luego de unos meses sin recibir noticias, se comunicó con el responsable de la Dirección General de Promoción Cultural, Daniel Couto, quien admitió haberle sugerido al jurado –Inés Fernández Moreno, Antonio Dal Masetto, Sylvia Iparraguirre, Antonio Requeni y Jorge Lomuto– la inhabilitación de Fogwill para aspirar al premio, ya que había ganado previamente el Nacional de Literatura de 1998. El detalle es que Fogwill obtuvo aquel premio en el 2004 –debido a los dilatados tiempos de la administración pública–, por lo que se considera injustamente vetado. Viejo zorro, fue a la letra impresa de las bases y, claro, encontró lugar para la apelación.

Así las cosas, presentó una serie de reclamos por escrito: “Cuando se postula alguien que reúne todas las condiciones para participar, adquiere dos derechos: de ganar, o el de perder y someter su obra y las que lo hayan desplazado a la opinión crítica que evaluará el acierto de los jurados”, dice en el comienzo de uno de ellos. “Los jurados del premio no ignoraban que obtuve el Premio Nacional en diciembre de 2004, cuando, si no fuese por las habituales demoras de la gestión pública, esta edición del Municipal pudo haberse fallado”, agrega. Créase o no, a los pocos días Fogwill declara haber obtenido la respuesta que esperaba: “Una comunicación del Dr. Couto infomándome que se dio lugar a mi impugnación de las actas del concurso, y que se procederá a volver a juzgar las obras”. Pero la cosa no termina ahí. Ahora solicitó, de acuerdo a la ley de libre acceso a la información, que se le curse la resolución de los nombramientos de jurados, y “los fundamentos de la elección de Jorge Lomuto (representante de la SADE), cuya obra crítica, académica y literaria se desconoce en el ámbito literario y en los medios culturales”.

Y aquí es donde se llega al nudo del conflicto: la demorada discusión acerca de los requisitos para elegir a los jurados de este tipo de premios. Porque lo que Fogwill deja al descubierto es el propio funcionamiento del sistema de legitimación y premiación, que en ocasiones se rige por leyes jamás actualizadas. Leyes que presentan grietas que, cada tanto, vuelven a hacerse visibles.

2 comments:

Anonymous said...

Cliqueando sobre "REFRANES SOBRE PLAGIO" pueden leerse ídem,humorísticos e imperdibles

Anonymous said...

Bruta cuando se publica una información citando la fuente y el autor no hay plagio que es otra cosa consulta el diccionario