Sunday, April 08, 2007

POR AQUÍ PASÓ: El siguiente

JUVENAL SOTO

De Total News

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Cuando alguien me pregunta qué libro prefiero de un escritor, mi respuesta suele ser la misma: el siguiente. Días atrás un diario nacional planteaba una interrogante a sus lectores, “¿Cuál es su libro favorito de Gabriel García Márquez?” Ignoro qué titulo resultó triunfador en la competición. No quise leer los resultados. Creo que García Márquez es un escritor con el suficiente futuro como para sospechar que aún puede sorprendernos con algo nuevo y mejor de lo que ya ha escrito y publicado. A veces me planteo la posibilidad de espetar esa misma respuesta cuando me preguntan por los libros de los escritores muertos, especialmente si son poetas. “¿Cuál es su poema favorito de Rainer Maria Rilke?” “Uno –pudiera yo responder- que guardó mi tía Normadina en un cajoncito de su secreter, y que sólo Rilke, mi tía y yo hemos leído. Cuando me decida a desvelar los misteriosos secretos atesorados por mi tía, descubrirá usted que ese poema es el mejor que escribió Rilke”.

“¿Cuál es su escritor favorito?” es otra pregunta que frecuentemente proponen algunos periódicos a sus lectores. Por lo que sé, todos los interrogados pronuncian algún nombre. A veces, dos o tres nombres. Nadie, que yo recuerde, ha dicho que todos los escritores son su favorito, aunque me niego a creer que nadie sepa que un escritor es fruto de sus precursores y origen de sus sucesores. La literatura no empieza y termina en un nombre, o en la obra de alguien. No sabemos cuándo empezó la literatura. Tampoco cuándo terminará. No importa. La literatura está ahí, y eso es lo verdaderamente importante. Cuando le preguntaron a Jean Cocteau “¿Qué salvaría usted si su casa se incendiara?”, no dudó al responder: “¡El fuego!”

Es lícito que cada quien tenga sus escritores favoritos. Tampoco es reprobable que tenga sus poemas preferidos. Lo lícito y lo adecuado no suelen ser, sin embargo, sinónimos de lo inteligente. Lo inteligente es un bien escaso, y conviene mimarlo por encima incluso de otros bienes que igualmente escasean, tal es el caso de los escritores singulares. Éstos con otros más, quizás no tan notables, son los artífices de la literatura. Los lectores, no tan sujetos pasivos del hecho literario como algunos críticos desean, también lo son. Ni los escritores ni los lectores debieran padecer preguntas impertinentes cuyo resultado constituye una nueva impertinencia. El mejor libro de cualquier autor es el próximo, el siguiente, el que viene, aunque no sepamos cuándo y cómo llegará, aunque ignoremos si llegará o no. La esquela funeraria de un escritor la publica él mismo cuando afirma estar completamente satisfecho con lo que ha escrito. Los lectores fallecen en el momento exacto en el que creer haber completado el cupo de sus obras favoritas. Vivir o escribir es confiar en el siguiente.

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