Monday, April 16, 2007

Lectura comprensiva, Trujillo la matanza haitiana 1937 -I-

Noris Céspedes

Del Listin Diario, Matutino Dominicano
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El Masacre se pasa a pie (1ra. parte) (Ensayo escrito por Raúl Lockward Céspedes)

“...Y todo esto acontece en una isla antillana dividida en dos países, en los cuales existen sendos pueblos azotados por el hambre y por los látigos de los que mandan...” (Freddy Prestol Castillo)

“A favor de noche e impunidad” se desarrolla la esencia de El Masacre se pasa a pie: por la matanza de haitianos de 1937. Su autor, Freddy Prestol Castillo, pinta ese acontecimiento en la historia dominicana, de nuevos colores, colores que tienen su reflejo en aquel “acuerdo de delimitación fronteriza”, que “resolvió a medias el problema, pues muchos latifundistas dominicanos resultaron afectados con la pérdida de grandes territorios”, lo que “fue generando en los sectores latifundistas nacionales afectados un odio contra los campesinos haitianos”. De ahí que los acusaran constantemente de “usurpadores, de invasores y de ladrones de frutas y ganados”. (Franklin Franco).

Presumimos que el autor pudo hacer lo antes dicho porque se basó en los archivos del Juzgado de Paz de Dajabón en el que trabajaba, los que en aquella época “registraron un crecimiento explosivo de querellas contra ciudadanos de origen haitiano, por la comisión de supuestos actos delictivos”; no siendo ya Freddy Prestol, sino el joven abogado sin identidad o de identidad falsa. “Me pidieron los documentos de identificación. Yo tenía mis documentos falsificados. Expliqué...”

-¡Soy Fredio Gimbernat!
O simplemente sin identidad, para mantenerse lejos de las garras del régimen (él y su libro), y si fuere así, aún terminó siendo el prófugo del Yumero.

Y así, escribiendo en su cabaña o en el bohío, a veces cuerdo, a veces delirante, relataba sus “notas de este crimen...” Y decía: ¡Es para denunciarlo! “-Acabo de recibí unaj óidene seriaj. El Gobierno ordena el degüello de cuanto mañese jallemo. No repete edá ni pinta. Quémelos jata vivos...” El joven abogado, el abogado comunista, el prófugo del Yumero, de esta forma daba inicio a la matanza. Cada página que pasaba, una tras otra, revelaba el niño, el joven y el adulto, como dando a luz a una vida, la vida del joven abogado, el abogado que se convertía en la historia de una historia. Una historia completa como las páginas de un libro nuevo y cuidado:

“-Escribí bajo el cielo fronterizo, en soledad... En la noche fronteriza parece que se está en otro mundo. Noche fresca. Con aullidos de perros distantes... La cédula sería el pretexto... y arreaban grandes masas de haitianos hacia los llanos lejanos... Los haitianos iban mansos, en filas largas. Por su parte, los soldados tragaban ron repetidamente...”

En esas hordas de sentenciados a muerte, sin apelación, también marchaban dominicanos. Por eso, el autor, en varias ocasiones, se refiere a ellos usando el término negros, el cual se presenta como un ancla a los ojos ávidos del lector, pues tiene mucho peso y detiene la mirada en su profundidad. Para Trujillo también lo tenía. Puesto que “dentro de su pasión enfermiza por el aseo y la limpieza, se dice que usaba muchas cremas para disimular su tez ligeramente morena”. (Luis Vilches).

Quizás ésa sea una de las principales razones por la que mandó a blanquear la zona fronteriza. Y para que Luego, sabiamente, los norteamericanos se desligasen de su peón en Dominicana, para decir: “Las fuerzas militares dominicanas, sin reparo de edad o de sexo de sus víctimas, agruparon la aterrorizada población haitiana de la mitad norte de la República, en grupos, y los mataron como vacas”. (Lauro Capdevilla).

Talvez por eso, el joven abogado, abogado... se pregunta: ¿Por qué me parecían tristes las vacas? Y luego habla en soliloquio: Ahora no hay peones haitianos.

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