Friday, April 20, 2007

El acto de escribir está cargado de libido

Luisa Valenzuela habla sobre literatura erótica argentina

De la Ventana, portal de la casa de las Américas

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“Lo más envidiable fue la preparación de esta conferencia —insinuó desde el comienzo Luisa Valenzuela—, sumida como estuve en un mar de libros que eran más bien sábanas, ropa de una cama que se deshacía y volvía a ordenarse con el correr de las páginas en busca de ese material precioso, esas perlas misteriosas que son las páginas eróticas en alguna novela o colección de cuentos que las vienen prefigurando. ‘¿Páginas?’ Menos mal, entendí pajas”, se asombró un amigo: ‘Pajas de la literatura erótica argentina’.”

El diluvio concentrado que el martes soportó la ciudad (Buenos Aires) no iba a acobardar al centenar de encendidos asistentes que, a pesar de la mojadura, llegaron hasta la Biblioteca Nacional para empaparse con el recorrido que la escritora les propuso por textos, autores, escenas, movimientos, posturas, que cuentan, sí, ahí, así, de eso.

En el ciclo “La literatura argentina por escritores argentinos” Valenzuela abordó, pues, humor y páginas mediante, lo que definió como una tradición hecha con rupturas y transgresiones que, por muchas décadas, corrió entre las sombras. “Con representantes irreverentes cantándole a la vida, como Salvadora Onrubia, o llenos de muerte, como Raúl Barón Biza”, citó la escritora poco después de aclarar que se referiría a textos en prosa, “si bien la poesía siempre reverbera en la prosa erótica”.

“El acto de escribir está cargado de libido, de deseo, de una pulsión vital —dijo Valenzuela—. Al fin y al cabo, soy una ferviente defensora de la idea de que escribimos con el cuerpo.”

Enseguida leyó un tramo de Verde y negro, de Juan José Saer: “Ahí nomás me le afirmé y empecé a serruchar y ella me fue respondiendo con todo, cada vez más. Las minas se ablandan a medida que el asunto empieza a avanzar; tienen varias marchas, como el Falcon: pasan de la primera a la segunda, y después a la tercera, y hasta la cuarta, para la marcha de carretera. Uno, en cambio, se larga en primera y a toda velocidad, y a la mitad de camino queda fundido”.

Valenzuela rescató, en su recorrida, un riquísimo surtido de tramos calientes: cierto vapor parecía subir en la sala Borges. Así fueron desfilando escenas: de El pasado de Alan Pauls; de Canon de alcoba de Tununa Mercado; de Mascaró de Haroldo Conti; de El placer de la cautiva de Lepoldo Brizuela; de La fornicación es un pájaro lúgubre de Abelardo Castillo.

Las citas abarcaron también a María Moreno, Griselda Gambaro, Osvaldo Lamborghini, Marco Denevi, Silvina Ocampo, Angélica Gorodischer, Rodolfo Wilcock, Liliana Heker. “Una quisiera abrazarlos a todos, pero como con el acto sexual, una conferencia tiene límites de tiempo”, dijo Valenzuela.

Entre las antologías de relatos eróticos destacó La venus de papel —compilada por Mempo Giardinelli y Graciela Gliemmo— y señaló que, aunque hay algunas más, “son poquísimas en relación con las de otros países quizá menos pudorosos, o mojigatos, que el nuestro”.

“Asombra comprobar —agregó— que ante el desafío de escribir una novela erótica muchas plumas optan por la parodia. ¿Censura interna, quizá? ¿O posmodernismo?” Luego de estas hipótesis, Valenzuela dijo que “llama la atención comprobar que en la Argentina han sido más las escritoras que los escritores quienes se han animado abiertamente al tema”.

Valenzuela definió a Julio Cortázar como “el gran maestro” en el asunto y citó parte de un “seminal ensayo” en Ultimo round, donde invitaba “a dar un salto hacia la conquista e ilustración del erotismo en el verbo, hacia su incorporación natural y necesaria”, lo que derivaría en “una concepción más legítima del mundo, de la política, del arte, de las pulsaciones profundas que mueven el sol y las demás estrellas”.

Al final, Silvia Hopenhayn, que coordinó el encuentro y luego leyó algunas preguntas de un público a esa altura muy excitado, señaló que la misma Valenzuela es una gran escritora erótica y le preguntó en cuál de sus libros había alcanzado máxima temperatura: “Yo creo que todos tienen un erotismo latente –respondió–. Pienso que en El gato eficaz, con el que sentí un fluir muy erótico mientras lo iba escribiendo”.

Para acabar, la última frase de la conferencia: “La literatura erótica a cada paso muere de deleitosa muerte llamada orgasmo, y revive más vital que nunca y se abre a sorpresas reinventadas a diario”. Y entonces sí, entre el vapor, el público estalló. Algunos, después, incluso se fumaron un pucho.

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