Thursday, February 01, 2007

«La calumnia es un veneno que cala hondo»

«La calumnia es un veneno que cala hondo»


POR TRINIDAD DE LEÓN-SOTELO

Un buen día, en el sector de urgencias de un hospital, una anciana se dirigió a ella diciéndole: «Usted es Susana Tamaro. No tengo ningún libro suyo, porque no sé leer, pero si sé que es usted una buena persona». Situaciones parecidas ha vivido la escritora italiana y así cuenta que le llegan recuerdos de bodas y bautizos, cartas, porque, explica, «me sienten como alguien de la familia». Y es que en 1994, cuando tras otros títulos, publicó «Donde el corazón te lleve», su éxito fue tal que su nombre se hizo universal y el título ha vendido 13 millones de ejemplares.

Ahora con «Escucha mi voz» (Seix Barral) retoma a la familia a la que dio vida en aquella novela, porque asegura que aquellos personajes aún tienen cosas que contar y, añade, que, además, es fascinante, desde el punto de vista creativo, porque al conocer a ciertos personajes «entras a matar». Dice que en su nuevo libro hay un 50% de ficción y un 50 % de realidad, porque, quiérase o no, en todo escritor hay mucho o cuando menos algo de autobiográfico. De la búsqueda del padre que la obra entraña afirma que, en efecto, el suyo fue muy similar al M. Ancona que lleva a la ficción, pero que es el tío Ottavio el que más se parece a ella.

Esta italiana, nacida en Trieste en 1957, mantiene aún la mirada vivaz, tras sus gafitas, y un entusiasmo que, no obstante, confiesa que se apagó en parte, tras las duras críticas que otros títulos de su bibliografía merecieron y a más y más, la acusación de plagio por su obra «Respóndeme» (2001). «Tengo la sensación de que no he recuperado la felicidad que sentía al escribir. En Italia, los críticos son tan feroces que hay escritores que abandonan la literatura». ¿No cree que eso significa que gane el malvado?: «No hay que olvidar que el artista es un ser muy sensible y que la calumnia es un veneno que cala hondo. Pero yo no he dejado de escribir».


Autora que gusta de reflejar vivencias íntimas y de indagar en la espiritualidad humana, se ha confesado católica, aunque eso no quiere decir, como divulgan algunos, «que escriba para el Papa». Para remacharlo menciona a los muchísimos lectores que tiene entre musulmanes y budistas. Explica que ya desde niña adoraba la observación que, entonces, prodigaba entre los insectos, casi de modo científico. Sabe que el intimismo no se encuentra entre las pasiones del mundo actual, pero eso no le importa. «No temo mirar de frente», asevera. De hecho, «Escucha mi voz» quiere ser «un libro que trate de la duda interior, unas páginas que llenen ese vacío.

La literatura es lo único que nos permite el silencio en una sociedad en la que todo es ruido, donde se pretende cambiarnos la mente». Asiente si se le dice que hoy el ser humano tiene miedo a conocerse a sí mismo e incluso sube de tono el concepto y lo convierte en terror.

Le disgusta que el hombre que históricamente es portador del misterio, en su versión actual se limite a ser una máquina controlada por el ADN, por ese gen que explica su predisposición a ser criminal o loco.

Considera que su vida ha sido muy bella, rica en emociones, aunque entiende que ella tiene una buena disposición hacia la existencia. Quizá por eso ama tanto escribir, ya que es un buen método para vivir muchas vidas y profundizar más en uno mismo. En «Escucha mi voz», el «padre» es rotundo: «Conocer al otro es imposible». Una frase que no cree desoladora, sino provocativa.


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