Friday, November 09, 2007

Las relaciones iglesia-estado

Servicios Google/Córdoaba, Andalucía, Es.

Aún se percibe no pocas veces, tal vez con una frecuencia mayor de la deseada, alguna de las situaciones vividas en tiempos pasados. De hecho, todos conocemos que las relaciones entre la Iglesia y el Estado orientaron durante centurias nuestra historia. De siempre, la cuestión política tuvo en España un trasfondo de carácter religioso, ya que la religión abarcó sutilmente o no a todas las esferas de nuestra sociedad, hasta el punto de que el Estado, en no pocos momentos de su historia, llegó a depender de cuanto planteara la propia Iglesia católica. Por ello, esa imagen de un país contrapuesto con la modernidad y con muchas dificultades para enfrentarse a los vientos políticos que llegaban de otras tierras no tan lejanas. Sabemos, por tanto, la importancia que tuvo la religión en la configuración y en la Historia de España, constituyendo uno de sus rasgos más notables. Fuimos, sin duda, diferentes a otros países desde la Reforma, ya que pocos pudieron adoptar como empresa la defensa de los valores católicos.

Para hablar de ello, así como de otros aspectos relacionados con el tema de las complicadas relaciones entre la Iglesia y el Estado, la Ilustre Sociedad Andaluza de Estudios Histórico-Jurídicos tiene programadas diferentes actividades durante estos próximos años y, entre ellas, la propia apertura solemne de su curso en el presente, que se celebró ayer en la capilla barroca del instituto Luis de Góngora, donde en sesión pública, tras la lectura de la memoria del curso pasado por parte del secretario de la sociedad, José Lucena Llamas , yo mismo, por encargo de la junta rectora de la institución que preside el doctor Julián Hurtado de Molina , tuve la oportunidad de presentar al ilustre historiador José Manuel Cuenca Toribio , quien de forma magistral nos trazó de forma sintética los entresijos por los que se movieron Las relaciones Iglesia-Estado en la España reciente . Un tema que no deja de tener sus fisuras en la presente situación política en que vivimos, como vemos diariamente por los medios de comunicación social.

El doctor Cuenca Toribio por sus conocimientos acerca del tema, no en vano está considerado como el máximo especialista en la Iglesia española de la época contemporánea, fue el encargado de dictar esta primera lección del curso académico. Este catedrático de Historia Contemporánea Universal y de España de la UCO está considerado como uno de los más prestigiosos historiadores de su generación y, sin duda, el más prolífico de todos ellos, como lo demuestra su extensa obra científica en la que ha abarcado cuestiones de diversa índole de la historia del Viejo Continente, lo que le valió por partida doble la obtención del Premio Nacional de Historia: colectivamente en 1981 y de forma individual en 1982 por su excelente trabajo Andalucía, historia de un pueblo . Ha sido también Premio José María Pemán de Periodismo, de Ensayo y Humanidades Ortega y Gasset, entre otros, y cuenta con una amplia trayectoria como docente e investigador. Valga como botón de muestra afirmar de él que, tras profesar en las universidades de Sevilla, Navarra, Barcelona y Valencia, fue el motor de nuestros congresos de Historia de Andalucía, habiendo sido miembro fundador de un instituto con este mismo nombre en nuestra universidad, colaborador del Patronato Menéndez Pelayo, director de la revista del CSIC Hispania Sacra , miembro de número de las Reales Academias de la Historia, de Ciencias Morales y Políticas, de la sevillana de Buenas Letras y de la de Córdoba de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes, entre otras prestigiosas instituciones más españolas o extranjeras a las que pertenece este ilustre cordobés consorte y que con su sola presencia ya las prestigia.

Por ello, para mí, ha sido todo un honor poder presentar anoche a quien fue durante años mi decano, en el vetusto palacio de cardenal Salazar, en una época nada fácil en aquellos años de la Transición política y durante los primeros y mediados ochenta. No siempre compartí sus decisiones, si bien las respeté por venir de una persona completamente dedicada al centro docente. Le agradeceré de igual modo sus sabios consejos en algunos momentos decisivos de mi trayectoria académica y que participara como miembro destacado del prestigioso tribunal de especialistas que juzgaron mi tesis doctoral en la Universidad de Sevilla. Desde luego que comparto con él mi interés por los estudios sobre la institución romana, que tanto pudo aportar en nuestro país y que, sin embargo, a mi modesto entender hoy en día no acaba de encontrar su sitio en los tiempos que corren.

Sin duda, fue todo un lujo el haber podido contar con la presencia del maestro de historiadores, en tan significado acto académico de ayer, de la Ilustre Sociedad Andaluza de Estudios Histórico-Jurídicos, a cuya junta rectora públicamente felicito desde estas páginas de opinión, por lo acertado del tema y la elección del ponente, quien nos deleitó a los numerosos asistentes al acto público con una lección que, sin duda, habrá de pasar a los anales de esta destacada institución cultural de nuestra tierra.

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