De Camaguey al día, Cuba
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Cada año, con la llegada del día dedicado a esas personas que debieran llamarse maravilla, recuerdo un pasaje titulado Mi Madre que aparece en el libro Corazón, - en mi modesta opinión- una de las obras más sublime de la literatura.
Sin dudas su autor, el italiano Edmundo de Ámicis, supo reflejar la importancia de amar y respetar a esa persona que está junto a nosotros en las buenas y malas, que nos brinda su amor incondicional, que no dice te lo dije, sino aquí estoy.
Esa persona que nunca deja de pensar en nosotros, de mimarnos y protegernos; y a la que no siempre le respondemos con la misma devoción y entrega.
Nuestra madre, ese ser maravilloso e incansable en el arte de prodigar amor y sabios consejos.
Tomemos un minuto para reflexionar sobre nuestra vida y veremos cuanto tenemos que agradecerle a esta mujer.
No nos aflijamos si le hemos faltado en algún momento, pues aunque somos la obra más perfecta de la naturaleza, también cometemos errores. Levantémonos, pidámosle perdón, y seamos mejores hijos. Hagamos que nuestras madres se sientan orgullosas de nosotros.
Por mi parte, cada día que pase será el día de las madres, y la respetaré y querré más cada día, y poco a poco enmendaré mis faltas.
No basta decirle te quiero, debemos demostrarle cuanta verdad encierran estas palabras.
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