Sunday, November 26, 2006

Alfredo Bryce Echenique: "El Cervantes me colmaría, pero el Nobel me parece un premio absurdo"

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El peruano Alfredo Bryce Echenique,
en una imagen de archivo

HERALDO. Es.

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"La literatura es preferible a los ansiolíticos" asegura el escritor peruano, que dedica un ensayo a sus "obsesiones". "He vivido amores legendarios que pudieron costarme la vida"

Lleva toda la vida escribiendo ficciones. Alfredo Bryce Echenique (Lima, 1939) ha aguardado a la madurez para firmar su primer ensayo, "Entre la soledad y el amor" (Debate). Aborda los temas recurrentes de su narrativa, que tienen bastante que ver con sus propias obsesiones: el amor, la soledad, la depresión y la felicidad. En guardia siempre contra la depresión, reconoce Bryce que le colmaría de felicidad recibir el Cervantes.

PREGUNTA.- Dedica más páginas a la depresión que al amor. ¿Ha sido así en su vida?.

RESPUESTA.- No, pero he padecido la depresión de forma muy severa. Me costó años superarla. Sufrí el rechazo de mi entorno más inmediato. Mi primera esposa, que no entendió qué ocurría, me rechazó a mi, a la enfermedad y al médico que me curó.

P.- ¿Le hizo más fuerte?.

R.- Sí. He tenido después una veintena de amagos de recaída, pero aquella experiencia me dejó una buena armadura. Fue una depresión neurótica, con enormes fobias y temores. No soportaba la oscuridad, veía sólo lo deforme, lo desagradable. El refugio era el aislamiento total. Desde entonces me interesé por esta lepra moderna y trato de comprender por qué la gente huye del depresivo; ni quiere aceptarlo, ni lo asume. El deprimido es alguien que molesta.

P.- Pero la depresión le ha dado mucho juego literario.

R.- La verdad es que sí. En espacial con "La vida exagerada de Martín Romaña". Motivó miles de cartas de lectores que salieron del hoyo riéndose de sí mismos gracias a aquella novela.

P.- Entre la literatura y ansiolíticos ¿qué recomienda?.

R.- Es preferible la literatura. Los tranquilizantes tienen corto alcance y la novelas te llevan mucho más lejos. Te liberan definitivamente, o casi, y te dejan muy bien equipado para las recaídas. La literatura hace que te tomes las cosas un poco menos en serio.

P.- Recibir el Cervantes, ¿sería una inyección de felicidad?.

R.- Desde luego. Es el gran premio de mi lengua. Ganarlo me colmaría. Me gustaría mucho. Más que otros premios que son totalmente absurdos, como el Nobel. Nadie en Suecia entiende ningún idioma que se hable en otros países del mundo. Y nadie en el mundo habla el sueco. Es el premio del mudo.

P.- Los escritores ¿son más proclives al desequilibrio?.

R.- Sí. Hay un grado de locura que nos lleva a resolverlo todo literariamente. Pero hay un riesgo añadido cuando la vocación de vendedor de libros se impone a la de escritor.

P.- ¿Hay más vendedores de libros que escritores?.

R.- Sí. Por desgracia es así. La internacionalización de la literatura y la manipulación de fenómenos como el "boom" han hecho estragos. Aquel masivo descubrimiento de los escritores del "boom" invitaba a pensar que antes no existían. Hablaba con jóvenes que querían hacer una novela "con un 10% de García Márquez, un 20% de Vargas Llosa y un 30% de Cortázar". ¿Y de ti que tendrá? les preguntaba. Amaban el éxito más que la literatura plena.

P.- Sus amores ¿han sido de novela? .

R.- La verdad es que sí. He tenido una vida plena de grandes amores. El amor me ha impulsado escribir y para escribir una buena novela has de estar enamorado, como decía Malraux. He vivido y vivo enamorado desde niño. Mi primer amor, en cierta manera, sigue vivo. Aquella niña que amé es hoy un amiga muy cercana y gran amiga de mi esposa. También conocí amores prohibidos, difíciles y complicados. Amores legendarios que me obligaron a huir y ocultarme, por los que fui detenido y apaleado, y que a punto estuvieron de costarme la vida. Por fortuna, aquellos amores difíciles se tornaron en felicidad.

P.- ¿Le colocaron alguna vez sus amores al borde de la locura?.

R.- En un estado de enorme fragilidad mental, sí. Estuve ingresado en un psiquiátrico de Barcelona que se parecía bastante a una cárcel. Un lugar siniestro en el que parecían seguir la frenología y las teorías de Lombroso. Fue una etapa difícil, pero tuve la suerte de conocer al médico que se convertiría en mi padre, mi gran amigo, que me salvó gratis. Luego supe que no me cobraba porque era el médico de Dalí y con lo que le sacaba a él debía tener bastante.

P.- La soledad ¿ha sido su aliada o su enemiga?.

R.- Una buena amiga. Me manejo bien con ella. La he disfrutado y la disfruto. Ha sido mi gran aliada para escribir. Mi soledad de escritor ha sido feliz, elegida y fructífera. No me aburre. A veces, cuando estoy sólo, me muero de risa y me siento en excelente compañía.

P.- ¿En qué trabaja?.

R.- En una novela que se titulará "Las obras infames de Pancho Marambio". El protagonista es un gran estafador, un falso arquitecto que esquilma a sus amigos, que miente sin descanso y realiza unas obras nefastas que siempre han de arreglar otros. Transcurre en buena parte en Barcelona. Alterna el buen humor con el dolor más profundo. Un personaje acaba en un manicomio, a causa del tal Pancho.

P.- Sus depresiones ¿nunca han minado su buen humor?.

R.- Depresión y humor van de la mano. Los humoristas son gente tristísima. El gordo y el flaco fueron muy desdichados en sus vidas privadas. Como Buster Keaton, que no sonrió jamás ni en el cine ni en la vida real. Charlot era el más risueño, pero tampoco de una alegría desmedida. El humorista se sirve de la ironía, de esa "sonrisa de la razón" que penetra el mundo y sus absurdos. Ese humor irónico nos hace más tolerantes y nos aleja del fanatismo.


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