Saturday, October 21, 2006

La historia y la literatura se unen por la imagen del poder

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Dice la historia de la novela histórica que el género nació en el siglo XIX, como un recurso de la nobleza empobrecida que intentaba recobrar, al menos en la ficción literaria, los antiguos valores que marcaron el orden del mundo feudal en contraste con el orden burgués moderno en boga.Precisamente esa posibilidad de crítica y de acercamiento a la realidad son características que se han desarrollado en varias obras nacionales. Si bien, según la estudiosa María Isabel Hayek, no se puede hablar de una tradición del género en sentido estricto en el país, la preocupación histórica también ha ocupado nuestra literatura desde el siglo XIX.

“En Ecuador los logros más significativos están vinculados con relatos de carácter biográfico: es el caso de Benjamín Carrión en ‘El santo del patíbulo’ y Alfredo Pareja Diezcanseco con ‘La hoguera bárbara’; más adelante, ‘El pueblo soy yo’, de Pedro Jorge Vera, y, a fines de la década de los setenta, en un ámbito experimental, ‘María Joaquina en la vida y en la muerte’, de Jorge Dávila Vásquez”.A parte de ser muy conocidas en la literatura nacional del siglo XX, las obras que menciona Hayek tienen en común un enfoque de reconstrucción de la vida (más bien de la muerte) de varios personajes importantes de la historia.

No es casualidad. Una de las escritoras vivas más importantes del país, Alicía Yánez Cossío, encuentra perfectamente natural la relación entre la novela histórica y la figura del caudillo político.

“A nadie interesan los hechos por los hechos, son los personajes los que construyen una historia. Ese es el reto para el lector, quien debe desentrañar una personalidad y no una colección de hechos”.Esa seducción del poder concretado en una sola persona alentó la más reciente novela de la escritora, ‘Esclavos de Chatam’. La historia de un tirano que establece un feudo de poder en una de las islas Galápagos fue el pretexto perfecto para que Yánez Cossío reflexionara narrativamente sobre la corrupción que el poder.El género, en principio, glosaba los valores de una sociedad a través de un héroe.

En el país, apunta el historiador y novelista Juan Valdano, esa variante del género puede verse en las obras de exaltación patriótica de principios de siglo como ‘Leyendas del tiempo heroico’ de Manuel J. Calle.Por otro lado, y a partir de la duda que introdujo la filosofía hacia palabra verdad en el siglo XX, la historia contemporánea, y la novela histórica ha cambiado de talante.

Las historias ya no se sienten tan seguras de su final feliz o de los valores que sostienen un sistema. El autor de ‘Mientras llega el día’ se expresa en estos términos: “El pasado es reinterpretado por el novelista por razones filosóficas o estéticas. A diferencia de la historia, que pretende establecer la verdad de los hechos, la nueva novela histórica busca, con sentido crítico, destacar el significado interno de esos hechos tratando de establecer las conexiones entre el pasado histórico y el presente del novelista”.

Luis Zúñiga, autor de ‘Manuela’, una recreación de la vida de la heroína Manuela Sáenz, concuerda con el acicate espiritual que impulsa a una novela histórica. En una entrevista publicada en la revista digital www.elcaimanbarbudo.cu afirma: “Vi en Manuela no solamente la figura que representaba la lucha revolucionaria de la mujer de esa época, sino su proyección hacia el futuro; es decir, la premonición de un proceso político que conlleva la reivindicación de los derechos específicos de la mujer contemporánea.

La novela histórica comparte, así, afanes de conocimiento y de efecto estético. Hayek concluye: “Las novelas históricas de los últimos decenios recuperan y formulan aspectos del pasado nacional censurados o simplemente no tenidos en cuenta en los tratados históricos, lo que parece ser también preocupación también de la orientación de la historiografía ecuatoriana de las últimas décadas.”


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