Thursday, July 26, 2007

Al día: JUAN JOSE AYUSO

Servicios Google/El Nacional,Vespertino Dominicano

Los muchachos que habían empezado a interesarte en la literatura desde mediados de los cincuenta, y que siguieron con la vocación después del ajusticiamiento del tirano Rafael Trujillo, tuvieron sus años de mayor gloria entre 1961 y 1965, año este último de la revolución constitucionalista y guerra patria de Abril, que les materializó la oportunidad de hacer la narración y la poesía sociales que querían.

Pero ya para 1970, la literatura de esos autores estaba estancada, dedicados algunos de ellos a otras actividades profesionales que les permitieran la vida, sólo con ratos de "hobby" dedicados a la narración y a la poesía, y todos aplastados por la explosión de escritores americanos que desde 1967 se concentró en la proyección de la obra y el nombre de Gabriel García Márquez y "Cien años de soledad".

En el lustro precedente, suplementos literarios de periódicos, grupos de escritores, revistas y publicaciones recogían los trabajos de los jóvenes, algunos de ellos de gran promesa pero que en promesa se quedarían, alguna cortada por una muerte accidental.

Con ellos figuraron escritores e intelectuales de mucho mayor edad, remanentes de una participación discreta en la tiranía, a la que se habían plegado por instinto de supervivencia, para demostrar que ellos también eran novelistas, cuentistas y poetas.

Muy pocos de los primeros aceptaron su limitación y tomaron el camino del periodismo y la investigación, por entender que la contemporaneidad con los Alejo Carpentier, Carlos Fuentes y García Márquez no les dejaba más que convertirse en lectores y discipulos de los mejores y no en patéticos competidores sin posibilidad alguna de competencia.

De los trabajos aislados y obras publicados en ese entonces por los jóvenes escritores no queda más que aquella promesa que no pudo cumplirse, a pesar de que muchos de ellos están en el oficio y algunos se dedican a la colección de premios literarios para los que concursan y hacen campaña con jurados y patrocinadores. De esa obra literaria tampoco hay ni quedará más huella que una voz de insignificante mediocridad en el coro estruendoso de la verdadera literatura latinoamericana.

Sin frustración ni malquerencia, sólo con honesto y frío sentido crítico, el juicio de la literatura dominicana de los últimos cuarenta no puede ser otro, diferente, por cierto, "del cielo a la tierra", de un juicio crítico de las artes plásticas o de la investigación social e histórica. En la literatura de los últimos 46 años no hay obras y autores como los hay en esas otras disciplinas.

De otro lado, la falsa democratización, la "demagogia con la pobreza" y la cualquierización de las diversas actividades artísticas -lo que incluye a la literatura-, fomentan la publicación de libros de poemas, de cuentos y de novelas cuyo estudio no puede pasar de sus primeras páginas, entre faltas elementales de ortografía, y el simplismo y el cretinismo de quienes creen que el de ser un escritor, narrador, poeta, es un derecho humano innato.

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