Monday, October 05, 2009

Mercedes Sosa



Fotografía de la cantante argentina Mercedes S...
Publiqué este artículo el 11 de noviembre de 1974 en el desaparecido periódico El Sol. Lo reproduzco hoy en homenaje a una mujer cuya voz es parte de mi biografía



Por Margarita Gordero
La oí cantar por primera vez en París. Específicamente en la fiesta que anualmente celebra el periódico L’Humanité. Y desde entonces, entre todos los militantes de la Nueva Canción, mi más profunda admiración se sitúa junto a ella.

Porque Mercedes Sosa no solo canta. Mercedes Sosa vive y comunica toda la fuerza de su propia existencia a quien la ve y la oye.

Es sencilla, sin afanes de diva. Pese a que sabe que quien la presencia no puede menos que sentirse empequeñecido ante la fuerza de su voz y de su arte.

Recuerdo al animador del espectáculo anunciando con insistencia, en los recesos de los otros artistas, la presentación de una Mercedes Sosa a quien calificaba de extraordinaria.

A mi lado, un inolvidable amigo árabe por cuyo entusiasmo, más que por el mío, desafiaba el frío de un septiembre avanzado y la pertinaz llovizna.

Y entonces fue ella, como fue la luz por obra y gracia del Verbo.

La recuerdo aparecer, con la larga túnica negra, en el escenario improvisado y precario de la fiesta. Con ella, las partituras, su tambor y el guitarrista.

Confesó, de entrada, que no sabía hablar francés, en su español-argentino, como queriendo justificar con la melodía de su voz esta carencia, ante un público que suponía ajeno a su lengua.

Una sola voz le sirvió de respuesta: ¡No importa, Mercedes, nosotros te entendemos! Y cuando comenzó a cantar, todos los latinoamericanos allí reunidos supimos que estaba llorando.

Llorando porque, como dijera luego, Mercedes Sosa ama lo latinoamericano. Llorando por la felicidad que le producía cantar en París antes que para cualquier otro público, para un público latinoamericano.

Entonces fueron las canciones, unas tras otras. Con el dolor de América, con la alegría de América, con la esperanza y las luchas de América.


Y fue el público participando con ella en esa fiesta robada a los franceses. Y fue ella, precipitadamente, repasando las letras de las canciones que escapaban a su memoria.

Y sus excusas por los lapsus. Y su risa. Y sus palabras de estimulo para aquellos que, por una razón u otra, se encontraban lejos de la amada geografía.

Y por último un ¡no te vayas, Mercedes! Que no pudo complacer porque la fiesta terminaba.

Así lo conté, en un domingo reciente, a Cholo Brenes y Chico González. Ellos me pidieron que escribiera sobre estas impresiones ahora, cuando el esfuerzo de la Central General de Trabajadores y el grupo Expresión Joven trae a esta mujer inigualable para que le cante a los obreros del músculo.

Ella, Mercedes Sosa, obrera de la canción y obrera del nuevo mundo que se construye a golpes de esperanza.